Cèl·lula #1: FLAMINGOS – Albert Quesada

 

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Coreografía y dirección: Albert Quesada

Intérpretes: 8 bailarines escogidos en audición


Calendario de trabajo

LAB #1: marzo/abril 2018

Audición: mayo 2018

Investigación: junio 2018

Periodos de creación: entre diciembre 2018 y marzo 2019

Residencia: La Llotja de Lleida marzo 2019

Estreno: del 21 al 24 de marzo del 2019 Mercat de les Flors

Ficha del espectáculo Flamingos en la temporada 2018-19

Ficha del espectáculo Flamingos en la temporada 2019-20

SOBRE FLAMINGOS

Desde entonces he padecido (…) el denominado “síndrome de Stendhal”, que sobreviene cuando una persona es expuesta a una sobredosis de arte y de belleza, lo que convierte a tu corazón en un tambor y a tu cerebro en mantequilla derretida. La emoción es tan fuerte; la exaltación, tan intensa, que cuando acaba, eres un pobre ser perdido y desgraciado que echaron del cielo de una patada en el trasero.

Colita

La emoción es un poder que nos atrapa cada dos pasos, ya puedes correr que te pilla, y si con toda tu fuerza de voluntad consigues que no te desvíe del camino trazado, ten por seguro que lo que no podrás evitar nunca es andar a su ritmo. Este tambor en el que se convierte el corazón y esta mantequilla deshecha que llevamos por cerebro -siguiendo la metáfora de Colita al ver bailar Carmen Amaya- es la imagen gráfica perfecta de un poder que va más allá de las palabras (que las deshace como si fueran mantequilla).

Uno de los vehículos de este poder es la música: nos hace llorar, nos hace saltar, nos hace bailar. Por eso muchos coreógrafos han querido desvincularse, velar por una percepción llena, que el espectador guarde la mantequilla muy dura dentro de su cabeza. Merce Cunningham en los años 40 fue uno de los primeros y recientemente hemos podido ver aquí mismo dos ejemplos donde la danza era un artefacto de imposible adherencia musical: Paz Rojo y la compañía Batsheva; por los auriculares que llevaban los espectadores en el primer caso, y a través de la repetición de los mismos movimientos pero con diferentes fondos sonoros, en el segundo.

Es al contrario de lo que pasa en la música y el baile flamencos, donde hay una vinculación emocional que no solo es aceptada sino reforzada desde todos los ángulos y que llega de una forma directa al público, de tal manera que sus explosiones emotivas forman parte del propio espectáculo. Aunque la etimología del término flamenco no está del todo clara, según Caballero Bonald tiene que ver con una palabra derivada de flamacia, sinónimo de fogosidad, una calidad del temperamento que se atribuía a los gitanos.

Ahora hablamos de Flamingos -que no son flamencos (género musical y dancístico) ni flamencos (animal)- sino el título de la obra que estrena Albert Quesada (Barcelona, 1982). Flamingos, flamencos y flamencos son tres términos que a menudo se mezclan y conducen a confusiones muy divertidas. En castellano, flamenco es tanto el pájaro, como la manifestación cultural, mientras que el término flamingo no existe. En cambio, en inglés, flamingo es el pájaro y, seguramente por la proximidad sonora y la dificultad en la pronunciación de la palabra castellana, también se usa a menudo para referirse a la música y el baile flamencos. Y así vuelve a emparejarse el pájaro blanco y rosa con el baile rojo y negro.

Después están los flamencos de Flandes, con los que se formó Albert Quesada (en la escuela P.A.R.T.S. de Bruselas, y también en la Universidad de Ámsterdam), después de los estudios de Filosofía e Ingeniería multimedia en Barcelona, y entre estos dos pulsos geográficos y temperamentales continúa yendo y viniendo, creando y participando en creaciones de otros; desde 2009 especialmente junto al suizo Thomas Hauert, de quien ha aprendido a conducir la coreografía desde la colectividad y la instantaneidad. Un referente que comparte con bastantes bailarines catalanes de esta generación, como Mireia de Querol y Federica Porello, colaboradoras habituales de Quesada y que lo han seguido en su investigación sobre la transferencia de estructuras musicales al movimiento del cuerpo.

Una musicalidad incisiva que nos sorprendió en Solo on Bach & Glenn (2005), en Wagner & Ligeti (2014) y por tercera vez en Onetwothreeonetwo (2015), que fue el primer acercamiento de Quesada al flamenco, con la colaboración de Juan Carlos Lérida. De él disfrutamos hace 3 años con Al Baile, una pieza de color rosa-flamenco-pájaro dentro de su línea de investigación del flamenco empírico, que denomina así para remarcar la voluntad de desprenderse de referentes históricos y estereotipos, y partir solo de la propia experiencia para hacer aflorar las estructuras compositivas.

La proeza de dejar que la forma se manifieste se parece a la de cabalgar un elefante. Para el psicólogo Jonathan Haidt, nuestra parte emocional es el elefante y la parte racional su jinete, y con esta cita Érika Goyarrola presentaba la exposición Poéticas de la emoción en el Caixaforum, donde se puede ver una fotografía de la serie sobre el flamenco de Colita. La exposición remarca la capacidad del arte de emocionar, mostrar sentimientos y generarlos. Pero es una capacidad que no funciona solo a través de la empatía; la forma puede ser emocionante por sí misma.

Y contar con más bailarines permite crear formas más complejas en el escenario y, por lo tanto, profundizar en la emoción de su estructura. En Flamingos son 8 bailarines, es la primera pieza de gran formato de Albert Quesada, impulsada y gestada dentro del proyecto Cèl·lula, un contenedor de herramientas para el crecimiento y desarrollo de los profesionales que el Mercat de les Flors ha puesto en marcha esta temporada.

Bàrbara Raubert, especialista en danza

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